domingo, agosto 19, 2007

Agostada

(y encima en Buenos Aires)

Siempre que me siento a escribir es porque estoy angustiada o deprimida o triste (no necesariamente es lo mismo), no falla.
A la vez estoy en una etapa de in-actividad cultural, más bien diría que eso es raro porque cuanto peor me siento es cuando más busco refugiarme en esas cosas.
Tal vez es que no pueda volver al circuito gallery (no necesariamente "night") porque extraño los recorridos de María José.
No sé.
Lo último culturoso que hice es asistir a la conferencia de Alan Pauls en el Malba, que por cierto estuvo muy buena.
Mirando hacia el futuro (existirá?) ya tengo mis entradas para cafe tacuba (septiembre), mimí maura (octubre) y serrat-sabina (diciembre), de manera que por lo menos haré catarsis musical, diferente en los tres casos, pero son tres casos propicios para hacer catarsis de algún tipo.
En fin.
Tenía planes de viaje pero ahora, no sé, me parece que esos planes de viaje tambalean.
Cuando hablo de viaje hablo de 3 o 4 días, como siempre en los últimos tiempos.
Pero hasta esos 3 o 4 días son una meta de un camino plagado de obstáculos crecientes y consecutivos.
Eso me hizo pensar en un tópico que he debatido bastante en distintas circunstancias, con diversas personas.
La cuestión es si sirve de algo irse de viaje cuando se está deprimido. La opinión de la mayoría de la gente que conozco es que no, porque:
a. la depresión impide disfrutar de cosa alguna, luego nos impedirá disfrutar del viaje, luego uno vuelve peor por haber hecho un gasto improductivo, y
b. los problemas no se quedan en el punto de origen sino que viajan con uno al punto de destino, luego el irse de viaje es un escape ilusorio porque cualquier problema hará notar su presencia tanto en Buenos Aires como en Colonia Caroya o las Bahamas.
Lo que le quita seriedad a esos argumentos en determinados casos es que a los 5 minutos, 5 días, 5 semanas o 5 meses (la extensión temporal del factor no altera el producto), la misma persona que se esmeró en encadenar lógicamente tales premisas te envía por mail las fotos del viaje a Europa que hizo después de: cumplir 40, o 30, o 25 (porque se sentía vieja, fané y descangallada)/ que su psi le recomendara irse de viaje para superar una depresión/ pelearse con la pareja/ pelearse con la pareja, los padres, la abuelita, el plomero, el cadete del super y el loro del vecino/ etc, etc, etc.
Yo seguiré sosteniendo, hasta que la vida me demuestre lo contrario, que irse de viaje es -por lo general- lo mejor que se puede hacer en los peores momentos, tal vez porque:
a. creo en el concepto de gasto improductivo (siempre lo he dicho), y
b. prefiero estar acompañada de mis problemas tomando una caipirinha mirando el ocaso en las bahamas o comiéndome un sandwich de salame casero en colonia caroya que esperando media hora el 151 en la city (para que después vengan 5 seguidos).
Por eso es que creo que aun si hay que endeudarse para hacerlo (como debería hacer yo en estos momentos) viajar puede ser una excelente terapia, para quien tiene la oportunidad de hacerlo.
Yo me ido de viaje en momentos malos y peores. He sufrido, he llorado y me he sentido muy sola en esos viajes, pero fueron un breve fragmento de escape de situaciones donde la estaba pasando peor aún. Y si fueron un escape sólo en el sentido más limitado de ese término, igual reivindico esos instantes de ruptura con ese continuo agobiante que ya he descrito en algún otro post.
Concedo que cuando un viaje se hace en un contexto situacional muy triste o que nos hace infelices, es muy triste el regreso. Y sí, más de una vez he querido no regresar.
Mi interés por este tema en este momento puntual no es casual; a veces siento que mi vida se va haciendo triste, y más triste, y más triste, tal vez es que me esfuerzo mucho para que no sea así y el cansancio alimenta de alguna manera la tristeza. Y un viaje es, en cierta forma, un descanso, aun cuando esté colmado de actividades (que no suele ser el caso de los míos).
Y además es agosto. En agosto me mudaría de planeta, o dormiría todo el mes si eso fuera posible.

Desde hace un tiempo a esta parte detesto agosto, no me importa el transcurso del tiempo objetivo, los sentimientos pueden ser tan atemporales como se les antoje.

1 comentario:

Max Dicásolo. dijo...

nos vamos, volvemos, nos volvemos a ir, todo dentro del cuerpo, este cuerpo que nos recuerda minuto a minuto que a los problemas vamos a tener que enfrentarlos.

be happy.