martes, octubre 03, 2006

Jueves, Viña del Pan

la unión del pan y el vino
(publicado en abril de 2006 en mi blog de hotmail)

El jueves 23 de marzo a media mañana Natalia me acompañó a tomar el micro hacia Viña del Mar (ella se tenía que quedar trabajando y recién me alcanzaría ese día a la noche). El viaje desde Santiago a Viña en micro dura casi dos horas y lo más rescatable del trayecto es la parte final, cuando se empiezan a ver sobre las laderas de las lomas las casitas allí emplazadas, construidas desafiando la pendiente, muy orondas en su (gran y amplio) colorido, erguidas sobre sus pilotes. Un paisaje muy pintoresco y diferente a cualquiera que yo hubiera tenido oportunidad de ver. Supongo que los habitantes de ese paraje de las afueras de Viña están acostumbrados a vivir de esa manera, pero hay que tener un estado físico envidiable (directamente proporcional a la altura en que se halle situada la casa) para ir al super y subir con las bolsas de las compras sin desfallecer en el intento...
Luego de dos horas de viaje, entonces, llegué a la terminal y me largué a caminar por la avenida principal de lo que sería el centro viejo de la ciudad. Después de cruzar la plaza principal y de caminar un par de cuadritas por la avenida -ahora convertida en peatonal- llegué a la galería donde trabaja Magnolia (la cuñada de Natalia), mi amable anfitriona. Almorcé con ella charquican ("comida de bebé" de acuerdo a Magnolia, es decir una especie de guiso con carne, papa y maíz todo muy chiquito) y después me fui a pasear mientras ella seguía trabajando. Ciudad globalizada al fin, lo primero que terminé recorriendo fue Falabella (nada muy muy) y después pasé a Ripley (ídem).
Una vez hecha la obligada concesión a las super tiendas, continué caminando por la peatonal del viejo centro. Algo para remarcar es que -al igual que ocurre en Santiago- hay aproximadamente tres farmacias por cuadra y panaderías por doquier. Según Natalia, Viña debería llamarse "del pan" y no "del mar", de ahí el título de esta crónica. También según ella el pan chileno es exquisito; yo no comí demasiado pan ni muchas cosas de panadería, sólo puedo decir que lo que probé, en general, me gustó.
Visto y recorrido el centro de punta a punta, me dirigí hacia la Quinta Vergara. Ya estaba cayendo la tarde y estaba cansada, así que mi elección fue ir directamente al famoso anfiteatro donde celebran el archiconocido festival. El escenario y la parte "vip", como era de esperar, estaban cerrados al público, pero podías ir y sentarte en las numerosas gradas del resto del lugar sin ningún problema. Y, con las piernas doloridas de tanto caminar, eso fue lo que hice, con la única compañía de algunas personas haciendo lo mismo que yo, dispersas aquí y allá. Estuve un rato largo sentada tranquila imaginando cómo sería ese lugar lleno de gente y con los artistas (aunque no todos los que pisan ese escenario lo son...) sobre las tablas. Después se acercó un señor chileno a hablarme...sin mencionar que no soy el tipo de persona que gusta de hablar con desconocidos en lugares donde no juego de local, este señor (que, aclaro, fue muy amable, tranquilo y respetuoso y daba la sensación de que lo quería era, en verdad, sólo charlar un rato con alguien que lo escuchara) no fue muy oportuno porque yo no tenía ganas de hablar, sólo quería estar tranquila y sola. Fue un momento bayaspirina, es decir aquel del comercial donde se decía que el taxista te da charla justo cuando de lo único que tenés ganas es de estar tranquila... igualito, sólo que en otro contexto.
La charla no fue muy trascendente pero me impresionó que el señor en cuestión me tiró un par de datos que acertó (mi edad y mi estado de ánimo, que de cualquier forma no eran tan difíciles de adivinar).
Un rato más tarde recibí el llamado de Magnolia y volví al centro, donde me encontré con Nicolás (el hermano de Natalia y marido de Mag), al que hacía años que no veía, y nos fuimos a su casa en un colectivo (allá le dicen así a un taxi con recorrido fijo que funciona como colectivo).
Más tarde comimos una cena frugal y yo me quedé viendo Troya, esperando a Natalia que llegó pasada la medianoche.

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