martes, octubre 03, 2006

Picnic fashion

(going to Puerto Madero again)

Hace unos días decidí que iba a tener una primavera suntuaria y, haciéndole caso a las teorías del gasto improductivo de Bataille, conseguí una entrada para el recital de kevin johansen en el faena.
El building, como se sabe, es muy pintoresco y ecléctico; se suceden salones de los más diversos estilos a lo largo de un pasillo con techos muy altos que hacen del lugar un escenario casi cinematográfico. Las recepcionistas muy amables y además de ellas mucha, mucha gente transitando por el lugar, de todas las edades. Entre ellos Alan Faena, de blanco como siempre y que me relojeó cuando pasé al lado de él. Debió ser por mi sombrero. De la cintura para arriba me quise poner a tono con el anfitrión del lugar, me puse un saquito blanco de cora groppo (totalmente vintage, tiene añares) y un sombrero en un tela con flores, nuevo pero que también parecía vintage. Muy primaveral. Estaba un poco llamativa pero en un marco donde había mucha gente llamativa, en especial mujeres que debían estar a la pesca de algún turista.

Estéticamente te puede gustar o no, pero reconozco que el lugar tiene buena energía y es muy fácil sentirse a gusto.

Ya en mi mesita del purple lounge la pasé tan bien que por contraste la mayoría de las noches de mi vida de los últimos tiempos me parecen insulsas y desabridas. Todas las noches deberían ser como la de este 21 de septiembre.
Yo estaba en la mesa 8, es decir en la segunda fila de mesas. Pero justo es decir que aun estando en la última fila estás cerca del artista en cuestión, las dimensiones del salón son reducidas, de manera que no aplica el concepto de lejanía. Además de los fans había gente que supongo que cayó ahí medio de casualidad, porque en un momento de la noche alguién pidió "la canción de Resistiré" y Kevin, muy atinadamente, le respondió que si no la pedían por el nombre no la iba a tocar. Corría mucho champagne por casi todas las mesas y el clima se prestaba para despertar ánimos festivos y se notaba. Mucho grito, a cada rato; también gente que en un momento se puso a bailar arriba de la mesa, y un trencito que se armó intempestivamente y empezó a dar vueltas por ahí mientras kevin preguntaba quién se casaba.
La buena onda de Kevin y los chicos de the nada, como siempre, impresionante. Todos vestidos de blanco para estar a tono con el lugar (cortesía de Nicolás Cúneo que andaba dando vueltas por ahí, qué alto que es!).
Los solos de todos los músicos fueron impresionantes. Los de armónica de Massolo (no puedo creer esos pulmones) y los de flauta traversa de Andrés Reboratti estuvieron excelentes, pero todos los músicos tienen un nivel superlativo, y se complementan tan bien entre sí que en cada vivo te cautivan como la primera vez. Es imposible cansarse de escucharlos.

Así que, en un clima muy muy de festejo, con un público muy efusivo y unos músicos con la mejor onda, la noche no podía menos que ser alegre. Lo malo de esas noches es lo que señalé antes: son tan lindas que yo sé que es muy difícil que se repitan. Y el contraste con la cotidianeidad, ay, es desolador.
Me encantó cuando cantaron puerto madero, una canción muy apropiada para (y que no podía dejar de cantar en) ese lugar y bailé en mi silla todas las canciones.
Además de eso, no hubo demasiada actividad recreativa para mí en los últimos días. El finde pasado me fui a ver fuerza áerea s.a., que me pareció muy didáctica y clara en su mensaje de que ciertas cosas necesitan una resolución urgente.

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