martes, octubre 03, 2006

Retomando

(las crónicas chilenas)
(publicado en abril de 2006 en mi blog de hotmail)

Me quedé en el domingo y quiero dejar un registro de los recuerdos antes de que se pierdan en los pliegues del olvido...
El lunes ya lo conté: fue el día donde, en resumen, me fui a recorrer los negocios de los diseñadores del barrio bellas artes, "escalé" el cerro Santa Lucía -donde se encuentra el monumento a Benjamín Vicuña Mackenna y un mirador de la ciudad- y, lo más importante, me fui a tomar el helado de frutilla a la pimienta al emporio la rosa. A la noche no salimos.
El martes nos fuimos temprano a escalar y sí, gente de poca fe, ¡yo también escalé!. Aclaro que no fuimos a un cerro sino a un muro de escalada, pero si alguien alguna vez intentó escalar un muro de esos sabrá que no es fácil. El ambiente era 99% masculino (y cualquier mujer que guste de los chicos de cuerpos trabajados se hubiera hecho un festín visual), sólo cuando nosotras nos íbamos llegó una chica. Pero Natalia me explicaba que el ambiente es de cero levante, obviamente se pueden dar romances, pero nadie está a la pesca. Y afortunadamente se notaba, creo que no hubiera sido agradable de otro modo.
Así que ahí estuve, agarradita de las presas y tratando de coordinar los movimientos de brazos y piernas para ir subiendo de a poquito. Realmente es una actividad agotadora y requiere muuucha fuerza de brazos. Lastima mucho las manos, además; en especial si son delicaditas como las mías.
De ahí subimos a la parte high de Santiago y nos fumos al mall Portal La Dehesa, uno de los más top de Santiago (en verdad creo que el más) donde trabaja Nat.
Perfil de consumidor: mujer, de treinta a cincuenta años, Casada No Trabajadora (es decir mantenida, y bien mantenida), flaca, cirugeada, bien vestida (estamos hablando del grupete al que la estética le importa y tiene recursos para dedicarle), madre -todas iban con cochecitos o con sus críos-, muchas de ellas con la nana, de riguroso uniforme. O con la madre.
Se ve que no están acostumbradas a hacer nada solas, ni siquiera ir de shopping. Claro, mirar vidrieras y cuidar de sus vástagos (malcriados) es demasiado para hacer a la vez.
Todos los negocios paquetérrimos -precios acorde- y el toque argentino siempre presente. Había locales de Kosiuko, Ayres, Veronica Zuberbuhler y el infaltable Giordano.
Como era de esperar yo quedé encantada con el Jumbo, la variedad de cosas que se podían encontrar allí era incomparable con el triste y aburrido espectro argentino. Había jugos de la fruta que quieras, galletitas de lo que quieras, yogures y postrecitos de lo que quieras incluyendo sabores desconocidos para nuestro mercado, como la lúcuma y el aloe vera, que aquí no tiene ese uso gastronómico (aunque reconozco que probé un yogur de aloe vera y no me gustó para nada, me daba la sensación de estar comiendo una mascarilla facial...creo que hubiera sido mejor usarlo de esa manera).
Antes ir a jumbo hice escala en Starbucks y me tomé un delicioso capuccino mocha con chocolate blanco y una porción de torta de chocolate increíble.
Y aquí hago una pequeña digresión: ¿por qué no hay un Starbucks en Buenos Aires? ¿la franquicia es muy cara? ¿los requisitos son muchos? ¿piensan que el bolsillo argentino no puede pagar el costo de sus productos? Y sí, barato no es. Pero un Starbucks en Patio Bullrich, por ejemplo, ¿por qué no? Yo creo que en un lugar así podría ser rentable. Claro, hay que tener el capital para empezar, y la voluntad de arriesgarlo, que no es poco. Si hay un socio capitalista interesado, aquí estoy, yo pongo el trabajo.
A la noche salimos con unos amigos de Natalia y probé el típico pisco sour, muy suavetón.
Voy avanzando, ahora sólo me quedan el miércoles, jueves, viernes y sábado. En breve.

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